GUANAJUATO Gto 17 Febrero 2022.-Amlolandia, un reino de chocolate y cerveza, donde había un rey y tres hijos, fueron escenario y protagonistas de un relato al que el coordinador de la bancada priista dio lectura en la tribuna del Congreso para parodiar el actuar de dichos personajes y evidenciar su incongruencia entre lo que hacen y lo que pregona su señor padre.
Antes de entrar de lleno a la narración, a manera de introducción, el legislador se apoyó en la Cartilla Moral de Don Alfonso Reyes y de sus máximas sobre lo que es la ley y el bien, ni más ni menos que los principios de “ese plan de vuelo que orientaría con altura de miras nuestro nuevo destino”.
Para dejar claro por qué venía a cuento el relato en cuestión, sostuvo sin embargo que, “de un brinco, el ansiado destino se topó con un sinnúmero de desatinos y se abandonó esa ruta axiológica, para dejar la esperanza en ilusión, en espejismo”.
Así las cosas, en ese país imaginario de chocolate y cerveza, “un buen día como cual cenicienta, el rey papá amaneció viviendo en un Palacio de ensueño y dos de sus hijos de la nada amanecieron empresarios de la cerveza y el chocolate, y uno más que era puro corazón, se convirtió en príncipe guapo y una bella y rica joven extranjera (bróker petrolera) se enamoró perdidamente de él y, ante tal hermosura y amante corazón, perdió la cabeza a tal grado que lo mantenía, le puso casa en Houston, y le compró un vehículo de un millón de peje dólares”.
En realidad, “todo esto gracias a los negocios que hacía con una empresa de Amlolandia”, por lo que fueron inevitables las “denuncias, sospechas o chismes de que el bello Joserra era un latin lover o que su bella nuera se estuviera aprovechando de él para hacer negocios ventajosos” con la citada empresa del reino.
Para atajar acusaciones y la desconfianza que generaron sus acciones, con las que se pusieron en riesgo repetidas monsergas sobre austeridad republicana y combate a la corrupción, idearon una estrategia y un año después -Joserra intentó aclarar que “sí trabaja como abogado”, sin acreditar siquiera tener autorización de la Barra Local para ejercer en esa profesión en la zona donde se ubica una empresa que, por cierto, “se creó unos meses antes del inicio del gobierno de Amlolandia y cuyos dueños, curiosamente, son hijos de un prominente y desinteresado empresario-asesor del presidente”.
Ese “desprendido” empresario donó 200 hectáreas pegadas a un complejo vacacional de su propiedad, donde mágicamente se planea crear un parque fotovoltaico, del que él será uno de los beneficiarios.
Siempre de acuerdo con el relato, la cercanía entre el Rey y el generoso empresario es tal, que “lo nombró representante personal para la supervisión de los trabajos del trenecito, por donde, coincidentemente, este empresario tan desinteresado tiene algunos terrenitos”, además de que “también se le han ampliado las concesiones de playas en sus complejos vacacionales”.
“El rey, todos los días, muy temprano por la mañana, cual monje franciscano viviendo en un palacio, disertaba en interminables peroratas sobre la austeridad republicana, contra la corrupción y el conflicto de interés, contra los que habían saqueado al país, contra los que utilizaban los cargos para favorecerse o favorecer a sus familiares y culpando de todos los males en el país de la cerveza y chocolate a los neoliberales. Violando la ley un día sí y otro también”.
Para no variar, en Amlolandia al rey de chocolate y cerveza no le gustaban los periodistas que no le aplaudían o evidenciaban los excesos de sus hermosos vástagos, y montaba en santa cólera y los acusaba de traidores a la patria.
Como en todos los cuentos, al que dio lectura el diputado Alejandro Arias no podía ser la excepción para, al final, terminar con la consabida advertencia, pero en este caso, de que “cualquier parecido con nuestra realidad no es coincidencia, sino que es la puritita verdad”.